martes, diciembre 04, 2012

Un día como ayer


Un día como ayer, hace ciertos años atrás Dios decidió llamar a papá a casa.
Es difícil desprenderse de quien amamos, y también lo es entender por qué hace Dios esas cosas.
Permítanme compartirles que hoy, después de varios años, me doy cuenta que todo lo que Dios hizo en su momento, y bien parecía duro y un castigo, resultó ser parte de mi entrenamiento y desarrollo personal. Es difícil entender mientras nos duele, pero la perseverancia y la fe, puede hacer de cualquier mortal una roca. Antes de que papá muriera, mi personalidad era tímida, seria, débil, no tenía responsabilidades ni fuerza. Al parecer todo estaba bien para mí, pero realmente yo no estaba completo. Aún me faltaba crecer, me faltaba dar un gran paso, por el cual probablemente todos tengamos que pasar, unos antes, otros después. Enfrentar la pérdida de un ser querido, mucho más de alguien tan directo te obliga a madurar, a tomar las cosas enserio, a tomar un papel determinante en casa y a preocuparte por alguien más olvidando el egoísmo natural de las personas. Ser el nuevo hombre de la casa me marcó y me obligó a ser fuerte, a esforzarme, a prepararme el doble y a cumplir con nuevas tareas. Superé tristezas, depresiones, cansancio, fatiga, críticas, y crecí, hasta ahora me doy cuenta de ello.
Todas estas situaciones moldearon mi caracter, formándome quien soy ahora, con mis logros, fortalezas y virtudes, muchísimas más que antes de que todo ocurriera.
Hace unas semanas, cenando con una amiga que aprecio, ella me expresaba que es cansado ser la sombra de alguien más, desde tu padre, madre o hermanos, que seas reconocido como el hijo de x, o el hermano de y, es frustrante y lleno de comparación.
Aparentemente ambos lados son incómodos, pero ciertamente, tener el respaldo de un padre en tus actividades diarias, me imagino que debe ser genial.
Yo tengo a Dios, padre suficiente, le agradezco por el tiempo que me permitió conocer al mío, y entiendo ahora que llevárselo probablemente fue la mejor desición. Gracias a eso, y a la fortaleza de mi madre, logré desarrollarme, desenvolverme, madurar y crecer.
Logré terminar mi carrera, crear mi propio camino, demostrar mis habilidades, crear mis propias relaciones, conseguir amigos sinceros y ayudar a quienes necesitan un pequeño empujón.
Cito mi agradecimiento de mi graduación: 
Agradezco a Dios, por haberme dado todo, aún sin merecerlo, por llenarme de su gracia y por nunca dejarme de su mano, a mi madre quien fue como padre y madre en esta dura e interesante etapa de mi vida, por apoyarme y desvivirse por mí, a mis amigos, por volverse mis hermanos y aceptarme como soy, a nini por soportar todos mis humores y a mi iglesia, quienes siempre creyeron en mí, muchas gracias.
No existe el padre perfecto, pero su abrazo, siempre te ha de hacer sentir protegido.
Te veo en el cielo.

No hay comentarios.: